lunes, 1 de febrero de 2010

Tres sombreros de copa


Introducción
Durante los primeros años del siglo XX, el teatro español ofreció muy poco a la cultura europea, por su naturaleza de espectáculo, pesan sobre él con especial fuerza los condicionamientos comerciales, por lo se que tenían muy en cuenta los gustos de los diferentes públicos (popular, burgués y aristocrático).
El público que llenaba los auditorios no permitía que se le confundiese o preocupase con problemas sociales o morales, ni que se reflejasen asuntos que no eran los suyos, eran, pues, escasas las posibilidades de representar un teatro que fuese más allá de los condicionamientos del público.
Y había también una fuerte resistencia a la innovación, autores que se adelantaban a su época -Valle, Unamuno o Azorín- chocaban con el público tradicional.
Esta lucha entre innovadores y tradicionalistas se ve reflejada en la escena española: la comedia burguesa (con Benavente y sus seguidores) que esboza un comienzo de crítica social; el teatro en verso, especializado en trama histórica (con Marquina y Villaespesa como máximos representantes); el teatro cómico, en el que predomina el “género chico”, el “astracán” y los “sainetes”, y finalmente, con la intención de innovar, encontramos a los “Noventayochistas” (con Unamuno y Azorín al frente) y las vanguardias de los años 30 (entre las que se incluyen a los autores de la Generación del 27).
En este contexto insertamos la obra de Miguel Mihura Tres sombreros de copa, una isla del llamado “teatro del absurdo” vanguardista sin antecedentes ni precedentes.
El teatro humorístico de postguerra
Miguel Mihura estrenó Tres sombreros de copa en 1952, veinte años después de que fuera escrita. Este hecho, el que después de veinte años una obra se estrenara con éxito conservando la frescura con la que fue escrita revela mucho sobre la obra:
-En primer lugar, sobre la personalidad del autor; hombre de teatro desde la infancia, su padre fue actor de sainetes y ya de niño se entretuvo entre bambalinas.
A los 27 años Mihura escribe Tres sombreros de copa, se publica en 1947 y se estrena en 1952, veinte años después. El ambiente vanguardista y bohemio en el que vivía en el Madrid de preguerra parecía propiciar su estreno, Mihura tenía contactos con los empresarios locales, su fama como autor cómico propició que estrenara en la compañía Alady, y que viajara con ellos para escribir nuevos libretos, viajes que le servirían de inspiración para escribir años más tarde Tres sombreros de copa, era también periodista de las revistas cómicas Gutiérrez y La Codorniz, y autor conocido en los círculos literarios.
-En segundo lugar, la Guerra Civil no supondrá en sí un cambio brusco en la creación teatral, se tratará más bien de un giro de lo que se estaba haciendo, y en el plano de las vanguardias sólo podemos imaginar a dónde podría haber llegado el teatro español: el teatro comercial continuará con su marcha durante y después de la Guerra Civil, siendo acusados los cambios en cuanto a temática y forma de los considerados “autores afines”. Lo que sí es relevante es la desaparición (por muerte o exilio) de una parte importante de dramaturgos de los considerados “de vanguardia”.
El teatro de postguerra se reorienta hacia las líneas típicas en estos casos: teatro de evasión, centrado en comedias amables, inofensivas, protagonizadas por personajes que sobre todo buscan el amor, con comedias a medio camino entre la tradición clásica española y la influencia del cine de los teléfonos blancos, en el que se muestra una felicidad que no existe.
El teatro cómico, alejado del teatro “de humor” clásico, que aparece en esta época es el denominado por la crítica “nueva comedia”, con Jardiel Porcela y Muñoz Seca como máximos representantes y donde podríamos situar al Migel Mihura del absurdo y de sus obras más clásicas.
Tres sombreros de copa
Pese a lo descabellado de la trama, a ese “humor extraño” e infantil con el que el propio
autor define su obra, Miguel Mihura afirma que nunca quiso escribir una obra de vanguardia. Como él mismo describe, surgió de repente y de forma natural: “No era uno de esos jóvenes intelectuales que llegan al teatro queriendo acabar con todo lo viejo y hablando mal de los autores consagrados. Yo admiraba a todos ellos y me leía una y otra vez sus comedias, sus zarzuelas, sus juguetes cómicos y sus sainetes. (…) Y de pronto, sin proponérmelo, sin la menor dificultad, había escrito una obra rarísima, casi de vanguardia, que no sólo desconcertaba a la gente, sino que sembraba el terror entre los que la leían.”
Estrenada en 1952 por el Teatro Universitario bajo la dirección de Gustavo Pérez Puig, la historia guarda escrupulosamente las unidades espacio-temporales, presenta claramente la contraposición entre el miserable mundo de la realidad y el maravilloso mundo de la fantasía, que termina dejándose sucumbir por la triste realidad.
Es una obra triste, con un amargo final, en el que los recursos vanguardistas que aparecen son exclusivamente las relaciones surrealistas entre el inconsciente y la realidad, con puntos de conexión con el surrealismo de Ionesco: asociaciones ilógicas de lenguaje-pensamiento, situaciones absurdas…
Para la mayoría de los críticos, con Tres sombreros de copa comenzamos una nueva etapa en el teatro cómico español, ruptura iniciada con Jardiel, pero consolidada con el estreno de Tres sombreros de copa.
La obra se estrena en 1952, veinte años después de ser escrita, y después de que sus otras obras Ni pobre ni rico sino todo lo contrario y de El caso de la mujer asesinadita fueran estrenadas con éxito, cuando el nuevo humor del “absurdo” de Mihura ya es reconocido en España, difundido al pueblo con la revista La codorniz en la que trabaja desde hace años.
La España de 1952 poco tenía que ver con la de 1932. Ha sufrido una guerra civil y ya parece haberla superado, estamos ahora ante la segunda etapa de la postguerra, las asociaciones estudiantiles dejan oír su voz, aunque de forma solapada. El estreno por el T.E.U. de Madrid obedecía a una intención de inofensiva rebelión de una nueva generación. La libertad de pensamiento de la protagonista, Paula, choca con el temor de Dionisio, representante de la sociedad burguesa; esa libertad se verá al final aniquilada por toda una serie de tabúes, de miedos y al final de resignación.
En 1958 fue estrenada en París, resultando impactante no por su contenido, que se ajustaba perfectamente a lo que se estaba haciendo en ese momento, sino por las circunstancias en las que la obra surgió: Ionesco escribió: “Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, tiene la ventaja de asociar el humor trágico, la verdad profunda, al ridículo, que, como principio caricaturesco, sublima y realza, ampliándola, la verdad de las cosas.”
El drama interno de la obra se ve acentuado por el hecho de aparecer con 20 de años de retraso en escena, a la estela del nuevo teatro europeo de vanguardia de Ionesco, Samuel Beckett… surge bajo la mirada crítica del teatro tradicional y como “continuador” de la estética vanguardista del momento. ¿Qué hubiera sucedido en la escena europea si Tres sombreros de copa hubiera sido estrenada en su momento? ¿Consideraríamos a Mihura ya como autor representativo del teatro vanguardista de la Generación del 27, al lado de García Lorca o le haríamos hueco junto al teatro “personalísimo” de Valle o Unamuno? Sea como fuere, Tres sombreros de copa ha permanecido atemporal, lo que admiramos de la obra es ese espíritu que permanece a lo largo de los años, inalterable, el fatalismo y la resignación de los personajes ante una felicidad imposible, y al lado, el imposible encuentro entre dos concepciones de vida distintas:
-Dionisio y Paula han buscado la felicidad por separado; si antes de conocerse no la encontraron, juntos tampoco la conseguirán; su unión es imposible porque conciben la vida de formas muy diferentes, Paula representa el mundo del espectáculo, la libertad, la alegría, el mundo de la imaginación, el anticonvencionalismo, mientras que Dionisio representa al mundo burgués, aburrido, lleno de convencionalismos sociales. Pero ambos están enamorados y aburridos de sus respectivos mundos. La reflexión del espectador es que por mucho que ellos se distancien al final, aceptando su trágico destino, sus mundos no son tan diferentes, ambos son monótonos y en los dos hay falsedad y engaño. Dionisio vive aburrido en una casa de huéspedes de provincias, abatimiento que acabará, según él, cuando se case, y Paula lleva la vida monótona del espectáculo, de ciudad en ciudad. Tanto Dionisio como Paula viven una existencia monótona y se sienten atraídos por el opuesto, ninguno se adapta a su ambiente, pero tampoco quieren llevar la vida del otro.
-En cuanto a las unidades clásicas, se respetan escrupulosamente las constantes tiempo, espacio y acción: la acción transcurre en una sola noche, a través de las acotaciones de los personajes somos conscientes del paso del tiempo; la acción transcurre en un espacio único, la habitación que ocupa Dionisio la noche anterior a su boda en el hotel de D. Rosario; las acciones secundarias (relación Paula-Buby, Fanny-A.militar) carecen de interés y sólo sirven para comprender mejor la acción principal.
-Simbología: el título de la obra nos conduce al elemento de unión entre los dos mundos: el sombrero de copa, que es empleado como parte del traje de etiqueta de los caballeros, como tocado de las bailarinas del music-hall y como instrumento en los números de magia o juegos malabares. El sombrero de copa es el nexo de unión entre los dos mundos; Dionisio, como hombre previsor, se ha comprado dos para su boda, y su futuro suegro le regala un tercero. Sin embargo, ninguno de los tres le da la solemnidad que el protagonista busca (uno le hace la cabeza grande, otro le está pequeño y el tercero le hace cara de salamandra), los sombreros pierden su valor solemne y se convierten en un elemento de espectáculo, acentuado por el hecho de que ningún personaje de la compañía cree que se trata de un elemento del traje de etiqueta, todos creen que Dionisio es malabarista y juegan con sus sombreros, estropeándolos todos como consecuencia de la juerga nocturna. Al final Dionisio se ve obligado a asistir a la ceremonia con un sombrero “prestado” de la compañía.

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